viernes, 13 de junio de 2014

PREÁMBULO


“Colonialistas e imperialistas se han lanzado contra los países subdesarrollados, movidos por la rapacidad de usufructuar sus fuentes de riqueza natural. Factor importante en el origen de las agresiones imperialistas contra Nicaragua, lo que constituye la situación geográfica, debido a ser un puente entre los dos océanos, Atlántico y Pacifico y estar en el camino de la Gran comunicación que los Estados Unidos ansiaban dominar y dominaron, próximo a su territorio

“Hay algo importante y es el control de la vía interoceánica potencial que ofrece el país. Ese fue el motivo que llevó al poder yanqui a agredir a Nicaragua desde el siglo pasado, en 1848,1854 y 1855, se produjeron intervenciones armadas norteamericanas en el país y hasta hoy no han cesado estas intervenciones que se han vuelto, desde que tienen a los Somoza como cancerberos, fundamentalmente políticas.

“Proclama el Frente sandinista que la riquezas de la Nación, incluidas las del subsuelo y el potencial interoceánico, deberán revertir (sus beneficios) al mismo pueblo y no ser botín de pandillas de explotadores nacionales e internacionales”

CARLOS FONSECA 


Cumplimento con la regla de 4, el día de hoy, viernes 13 junio del 2014 quiero compartir con ustedes; una carta, una  declaración de amor a la patria, llena de sentimientos, patriotismo, honestidad y heroísmo, esta carta fue escrita por un procer de la historia nicaragüense,  ceder el espacio , a BENJAMIN ZELEDÓN.

1Benjamín Francisco Zeledón Rodríguez (La Concordia, 4 de octubre de 1879 - entre Masatepe y Niquinohomo, 4 de octubre de 1912) fue un abogado, político y militar nicaragüense reconocido con el título póstumo de "héroe nacional de Nicaragua".

Como hombre de Estado fue magistrado en la Corte Centroamericana de Justicia como representante de Nicaragua durante el gobierno del doctor y general José Santos Zelaya y Ministro de la Guerra durante la presidencia del Doctor José Madriz. Durante la Revolución libero-conservadora de 1912 actuó como Jefe Supremo del Gobierno (en rebelión) entre el 23 de septiembre y el 4 de octubre de 1912 cuando asumió el mando supremo del ejército revolucionario libero-conservador luego de la rendición y exilio del general Luis Mena Vado.

El contexto histórico de la muerte de BENJAMIN ZELEDÓN está íntimamente relacionado con intereses en los recursos naturales de Nicaragua.

CARTA DE SANDINO SOBRE BENJAMIN ZELEDÓN (Mérida (Yucatán), México. A 4 de octubre de 1929.)

Para la prensa mundial:

Hoy, 4 de octubre, entra el pueblo nicaragüense en el décimo octavo año de lucha anti-imperialista en Nicaragua.

Mucho se ha escrito con relación al origen de la intervención norteamericana en mi patria, pero cuanto más se escribe más se hace necesario mencionar fechas históricas como la del 4 de octubre de 1912, en que inicia en los círculos políticos de Nicaragua el proyecto para la celebración del escandaloso Tratado Chamorro-Bryan. Los rumores acerca de ese proyecto produjeron en aquel pueblo fuerte inconformidad y surgió una sangrienta revolución contra el vende-patria Adolfo Díaz, en aquel entonces Presidente de Nicaragua e instrumento de la piratería yanqui.

Dicha revolución dio principio en Managua, el 28 de julio de 1912 y terminó el 4 de octubre del mismo año con la muerte de nuestro héroe máximo General Benjamín Zeledón, quien con un puñado de patriotas lanzó al mundo, al rugir del cañón y bajo la lluvia de metrallas, su energíca protesta por la intromisión del Gobierno yanqui en nuestros asuntos internos.

BENJAMIN ZELEDON, gran patriota, soldado valiente, su heroico sacrificio en aras de nuestra soberanía nacional no será olvidado. Su recuerdo vive en el corazón de todo buen hijo de Nicaragua.

Era yo en aquel entonces muy joven y estaba encargado de las haciendas de mi padre. El amor a mi patria, ayer como hoy, latía en mi corazón y seguí con el anhelo el desarrollo de los acontecimientos.
Niquinohomo, mi pueblo natal, está situado en las colinas del cerro Pacaya, a dos leguas de Masaya, hallándose esta ciudad en los bajos del cerro de Pacaya, en una preciosa y extensa llanura que desde mi pueblo ofrece a la vista un bellísimo paisaje.

En esa ciudad de Masaya, llamada por Rubén Darío Ciudad de las Flores, se encuentra la fortaleza de La Barranca, donde estaban atrincheradas las fuerzas del General Benjamín Zeledón contra los invasores norteamericanos y los vende-patria nicaragüenses, encabezados por los esbirros Emiliano Chamorro y Adolfo Díaz.

El 4 de octubre de madrugada, yendo yo camino de una de las haciendas de mi padre, escuché descargas de fusilería y ráfagas de ametralladoras en las hondonadas del cerro de Pacaya. Se oía después arreciar el formidable combate entablado entre dos mil marines norteamericanos, unidos a quince mil vende-patria nicaragüenses, contra quinientos hombres del General Zeledón, que se defendía heroicamente contra aquella oprobiosa avalancha humana. Los autonomistas nicaragüenses, con el prolongado sitio sufrido en aquella ciudad, tuvieron que comerse hasta sus cabalgaduras.

Nuestro corazón joven y patriota experimentaba desesperante inquietud, pero nada pudimos hacer en bien de la noble y grandiosa causa sostenida por el General Benjamín Zeledón; a las cinco de la tarde de ese mismo día, aquel apóstol de la libertad había muerto y en una carreta tirada por bueyes fue conducido su cadáver al pueblo de Catarina, convecino del mío, en donde hasta por hoy, bajo una lápida lamosa y semidestruida por la intemperie del tiempo se encuentran los restos de nuestro máximo héroe y gran patriota 
General Benjamín Zeledón.

Mérida (Yucatán), México. A 4 de octubre de 1929.

PATRIA Y LIBERTAD
A.      C. SANDINO

Esta carta de SANDINO sirve para entender el contexto histórico de la muerte de BENJAMIN ZELEDÓN, sin más que agregar, comparto una de las declaraciones de patriotismo más grandes de la historia de Nicaragua.

CARTA-TESTAMENTO DEL DOCTOR Y GENERAL BENJAMÍN F. ZELEDÓN

El destino cruel parece haber pactado con Chamorro y demás traidores para arrastrarme a un seguro desastre con los valientes que me quedan. Carecemos de todo: víveres, armas y municiones y rodeados de bocas de fuego como estamos, y 2,000 hombres listos al asalto, sería locura esperar otra cosa que la muerte, porque yo y los que me siguen, de corazón, no entendemos de pactos, y menos aún de rendiciones.

Chamorro acaba de mandarme a tu papá para convencerme de que estoy perdido y de que mi única salvación está en que yo claudique, rindiéndome —que Chamorro lo haya hecho se comprende, porque estúpidamente me cree como él, y claro está, si él se viera en mi caso se correría como se ha corrido otras veces y vería que se le pagara bien en dinero y en hombres que es incapaz de conquistar de otro modo.

Tu papá agotó los razonamientos que su cariño y su claro talento le sugirieron. Me habló del deber que tengo que (de) conservar mi vida para proteger la tuya y la de nuestros hijitos, esos pedazos de mi corazón para quienes quiero legar una Nicaragua libre y soberana. Pero no pudimos entendernos porque mientras que él pensaba en la familia, yo pensaba en la patria, es decir, la madre de todos los nicaragüenses. Y como él insistiera, le dije al despedirnos que, desde que lancé mi grito de rebelión contra los invasores y contra quienes los trajeron, no pensé más en mi familia, sólo pensé en mi causa y mi bandera, porque es deber de todos luchar hasta la muerte por la libertad y la soberanía de su país.

Para los que tenemos la dicha de sentir arder en nuestros pechos la llama del verdadero patriotismo, para quienes sabemos que quien sabe morir, sabe ser libre, y, aunque veo por los preparativos que se hacen que yo y mis bravos y valientes compañeros vamos derecho a la muerte porque todos hemos jurado no rendirnos, no dejo de pensar en ti, mi noble y abnegada compañera, que con valor espartano me dejaste empuñar nuestra bandera de libres y patriotas, porque tú también has sentido el ultraje del invasor y la infamia y traición de quienes lo trajeron, para eterno baldón suyo y vergüenza de los nicaragüenses.

No me hago ilusiones. Al rechazar las humillantes ofertas de oro y de honores que se me hicieron, firmé mi sentencia de muerte, pero si tal cosa sucede moriré tranquilo, porque cada gota de mi sangre derramada en defensa de mi patria y de su libertad, dará vida a cien nicaragüenses que, como yo, protesten a balazos del atropello y la traición de que es actualmente víctima nuestra hermosa pero infortunada Nicaragua, que ha procreado un Partido Conservador compuesto de traidores.

Si el yankee a quien quiero arrojar de mi país me vence en la lucha que se aproxima y, milagrosamente, quedo con vida, te prometo que nos marcharemos fuera, porque jamás podría tolerar y menos acostumbrarme a la humillación y la vergüenza de un interventor. Si muero... moriré en mi lugar por mi patria, por su honor, por su soberanía mancillada y por el noble Partido Liberal en cuyas doctrinas me nutrí, por cuyos ideales he luchado siempre y en quien tengo la fe más ciega de que al caer yo, él te escudará y escudará a los pedazos de mi alma, que les dejo encomendados, seguro de que a ti te ayudarán y a mis angelitos los educarán angelitos, los educarán en mis ideas para que a su tiempo continúen la obra que sólo dejaré iniciada.— Y digo que tengo la fe ciega en el Partido Liberal porque en él he militado siempre, porque en él he luchado con la palabra, con la pluma y con las armas, sacrificándole mis mejores esfuerzos y aun mi vida, y por último, porque tengo siempre mis amigos más sinceros y leales en quienes confío que hagan por ti y nuestros hijos lo que yo haría por los suyos, en un caso semejante.

Repito: si vivo, nos iremos de Nicaragua mientras flamee en ella el pabellón norteamericano. Si muero... no llores, no te aflijas porque en espíritu te acompañaré siempre y porque mis buenos y leales amigos en lo particular, y el Partido Liberal, en general, quedan allí para ayudarlos y protegerlos como yo lo haría si pudiera. Si en estos momentos no tuviera esa consoladora esperanza, moriría desesperado, porque si la patria tiene derecho a mi vida, mi esposa y mis huérfanos hijitos tienen pleno derecho a la protección de ella.
Y como, rechazada la oferta de Chamorro no queda otro camino que arreglar el asunto por medio de las armas, dejo al destino la terminación de esta carta que escribo con el alma mandándote con ella, para ti y nuestros angelitos, todo el amor de que es capaz quien, por amor a su patria, está dispuesto a sacrificarse y a sacrificarte a ti y a nuestros inocentes hijos.

Adiós... o hasta la vista. Quién lo sabe?

Benjamín


(1http://es.wikipedia.org/wiki/Benjam%C3%ADn_Zeled%C3%B3n)
(http://bitacoradeunnicaraguense.blogspot.com/2010/02/carta-testamento-del-doctor-y-general.html)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario